Por Sergio Paz Murga

Era la artista, la canción y el país favorito desde el comienzo. Todo estaba meticulosamente preparado. Desde la voz, la luz, la coreografía. Nada se dejaba a la improvisación. Y al final le dio éxito.

Tras una maratónica sesión de más de dos horas y 25 presentaciones en vivo, la cantante Loreen se impuso en la última gala del festival Eurovisión, el más antiguo y prestigioso certamen musical del Viejo Continente –después de San Remo, claro está–.

Se trataba de la quinta vez que Suecia se llevaba el palmarés y confirmaba al país nórdico como un referente por excelencia del pop europeo, predominantemente electrónico y con letras más inteligentes, que su par estadounidense.

Su referente más importante es, sin dudas, la agrupación Abba que ganó el festival en 1974 con el clásico “Waterloo”, que desató un fenómeno musical que puso a bailar a millones alrededor del mundo.

Suecia volvió a brillar en 1984 con “Diggi-Loo Diggy-Ley”, con una de las múltiples participaciones de Carola, “Fangad av en stormvind” en 1991; y con el “Take Me To Your Heaven” de Charlotte Nilsson en 1999.

Suecia empata con Francia, Luxemburgo y Reino Unido con cinco victorias, y solo es superado por Irlanda que en la década de los noventa se llevó siete victorias.

Pero a diferencia de esos países, los suecos siempre han tenido un sentido de responsabilidad musical y trascendencia sobre lo que han mostrado en Eurovisión, como si sintieran los “predestinados”.

Loreen así lo confirmó meses atrás cuando supo que representaría a su país. “Llevo en mi espalda el prestigio de la música sueca, no es fácil pero asumo el reto”, dijo en una entrevista.

En realidad, son pocos los países que engríen tanto los temas que envían cada año al festival. Los suecos le apuestan a ganador y es casi un asunto de Estado el apoyo a sus representantes. Como dicen algunos: ellos viven, respiran, y sienten Eurovisión.

Estilo propio

La carta fuerte del 2012 fue Lorine Zineb Noka Talhaoui o mejor conocida como Loreen, quien a sus 28 años ha tratado de llevar en su carrera un estilo propio que la diferencie de tanta aprendiz de cantante.

En el 2004 ganó un programa al estilo de “Operación Triunfo” que la puso en la palestra nacional pero por aquel tiempo todavía llevaba tacones, mallas y un look ochentero. Dice que estuvo como perdida y no fue hasta encontrar sus raíces que se sintió renacer.

De cierta forma Loreen buscó en casa y en su familia las claves de su estilo actual al reivindicar su origen marroquí-bereber. Ella es hija de inmigrantes africanos y entiende la dinámica de una cultura dinámica, en constante evolución, que se nutre de varios sonidos e instrumentos, pero que también es, en esencia, pop sueco.

Su performance al estilo zen y electrónico cautivó por su sencillez y perfección en una Europa en plena crisis económica que valora el minimalismo en el escenario. No se trataba de impactar, se trataba de convencer y conmover. Y así lo hizo con “Euphoria”.

Sus críticos señalaron que su actuación no aportó nada nuevo al festival, pero a diferencia de otros años la audiencia subió –se calcula que unos 125 millones vieron la presentación en Azerbaiyán– y el tema ya es número uno en 14 países. Todo un récord que no se veía desde la década de los setenta.

Loreen puede ufanarse de haber devuelto el prestigio a un festival como Eurovisión, pero lo más importante podría ser la responsable de devolver la gloria al pop sueco que tiene entre sus grandes estrellas no solo a Abba, sino también a The Cardigans, The Knife, Lykke Li, entre otros. Enhorabuena.