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Juan Carlos pierde la cabeza por una alemana

Publicado: 2012-04-30

Por Sergio Paz Murga

Don Juan Carlos se rompió más que una cadera durante su viaje de cacería al lejano y exótico Botsuana. Hizo añicos su imagen de respetable monarca, cercano y correcto, para dar paso un líder irresponsable, más preocupado en superficialidades como la caza de fieras que en los problemas de sus súbditos, aquejados por la crisis económica.

Y no solo es el hecho de que se haya gastado en cuatro días unos 50,000 euros –más del sueldo de un año de un trabajador promedio en España–, sino que se estaba dando la gran vida con una “amiga”.

Sí, a Don Juan Carlos le salieron los genes de Borbón de gran amante. A sus 74 años todavía se siente un galán –“otoñal”, pero galán al fin y al cabo– capaz de derretir a una hermosa doncella.

Solo que esta conquista no fue una plebeya cualquiera y menos un amor de una sola noche. Era alguien especial, hasta ahora tolerada por algunos medios cercanos al monarca: La princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein.

“Que es la amante”, “que es la amiga”, “que es la consejera”, se cuchicheaba en los círculos políticos y aristocráticos de Madrid, siempre con cierto aire de “hipocritón respeto” a Don Juan Carlos, el “garante” de la democracia española.

Solo que lo de Botsuana cruzó la raya. Como dirían algunos, “Dios perdona el pecado pero no el escándalo” y el monarca falló estrepitosamente.

La prensa rosa –y amarillista– ha revelado que esta hermosa y madura rubia, de 46 años, fue una de las organizadoras del safari del rey en la sabana africana y que compartieron, incluso, la misma habitación.

Ella trabaja para la compañía Boss&Company Sport Agency, especializada en viajes exóticos para multimillonarios a los que proporciona no solo los pasajes en jets privados, sino también los permisos de caza y hasta las municiones con las que dan muerte a todo tipo de animales, desde salvajes leones hasta bravíos búfalos.

La firma, que ofrece en su página web “únicamente los mejores disparos”, fue creada hace 12 años por uno de los mayores fabricantes de armas del Reino Unido y contrató a Corinna por sus excelentes contactos con la nobleza europea.

Estatus y clase

Algunos aseguran que conoció a Juan Carlos en el 2005, el mismo año en que ella se separaba de su segundo esposo, el príncipe germano Casimir zu Sayn-Wittgenstein Berleburg, quien le dio no solo un título nobiliario, sino estatus y clase. Algo que ella siempre quiso, vale decir.

Un año después aprovechó la visita del rey al sur de Alemania para organizarle un banquete que terminó por cimentar –entre copas del más fino champan y bocados de un costoso caviar– una “amistad especial”.

Al parecer el rey, quien hace tiempo vive una especie de ‘guerra fría’ con su esposa, la reina Sofía, quedó prendido inmediatamente. Corinna era todo aquello que siempre había buscado: una mujer avezada, divertida, de mundo, y amante de la caza y la vela –los dos pasatiempos favoritos del monarca–.

A él no le molestaba su pasado amoroso: varios gigolós, dos esposos y un affaire con Muak, de la familia Flick –que controla gran parte del imperio Mercedes–. Y a ella no le molestaba las incontables aventuras del rey y menos aun, la insípida reina. El acuerdo era uno: Disfrutar en total reserva.

La prensa ya había advertido sobre esa “extraña” amistad, pero nadie se atrevía a decir lo que parecía obvio, el romance entre los dos.

La situación ha llegado a tal extremo que incluso se dice que Corinna tiene un lujoso chalet en la localidad de El Pardo, cerca al palacio de la Zarzuela, y que el viejo monarca la visita en total reserva. La fotografía de un encuentro a escondidas valdría millones de euros.

¿Y la familia real que dice a esta relación? Los tres hijos de Juan Carlos estarían al tanto, pero preferirían guardar las reservas del caso para evitar un nuevo golpe, que podría ser de gracia, a una institución como la monarquía, tan mellada por escándalos de corrupción.

Eso sí, papá tiene que hacer como el abuelo, el bisabuelo, o el tatarabuelo: Mostrar total discreción en un mundo donde las apariencias son moneda común, establecida por un “protocolo”.

¿Y la reina? Ella vive su propia tragedia personal. Sabe de la existencia de Corinna pero prefiere, como siempre lo ha hecho, hacerse de la vista gorda. El problema es que sus súbditos no lo harían tan fácilmente. Para ellos todavía resulta difícil ver al monarca con las hormonas revueltas, al mismo estilo de un chico … o un antiguo Borbón.


Escrito por

mundomula

Sergio Paz Murga, profesor y periodista. Tengo una curiosidad infinita por lo que pasa en el mundo.


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