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Belén, la asediada

Publicado: 2012-04-09

Por Sergio Paz Murga

Esta es la historia de un pequeño pueblo de pastores y agricultores que en medio de su humildad y simpleza fue cuna de grandes reyes. Ya sea uno cristiano, judío o musulmán, su nombre evoca santidad pero también tragedia.

Bayt Lahm, en árabe; Bet Lehem, en hebreo; o simplemente Belén, es después de Jerusalén, la ciudad de la que más se ha escrito por ser el escenario de un acontecimiento que cambió para siempre la historia de las religiones: el nacimiento de Jesús.

Ubicada en una zona de terrazas y suaves laderas a seis kilómetros de la Ciudad Santa, Belén vive hoy una lucha diaria por su sobrevivencia y con gente que acumula ira y resentimiento por una situación que ellos no buscaron y de la que son víctimas día a día: la guerra entre árabes e israelíes en pleno Medio Oriente.

Pero Belén no fue siempre así. Hace miles de años fue una ciudad enteramente judía y con una gran historia sobre sus hombros.

Sus pobladores tenían orígenes en la tribu de Judá y fue allí donde nació y se proclamó rey a David, quien trajo la unificación y la prosperidad al reino de Israel.

Las antiguas escrituras dijeron que sería un descendiente de David, nacido en Belén, el que daría al pueblo judío a su tan esperado Mesías, capaz de liberarlos del yugo de los invasores.

Para una pequeña parte de los judíos, Jesús cumplía esos requisitos. Al nacer en Belén y ser hijo del carpintero José –descendiente directo de David– se alzaba como el salvador, el Mesías tan largamente esperado.

Sin embargo, una gran mayoría consideró que sugerir que Jesús era hijo de Dios era una “blasfemia” por lo que aquí nace la gran división entre los judíos y los creyentes de Jesús, el Cristo… o los cristianos.

En el año 70, Roma sofoca una gran rebelión de los judíos, quienes al perder la guerra son expulsados de sus ciudades iniciándose la famosa diáspora. Entre esos pueblos estaba Belén que cayó en un abandono infernal hasta que en el siglo VII empezó a ser poblada por grupos provenientes de la península arábiga que profesaban una nueva religión: el Islam.

Durante cientos de años Belén, ese poblado otrora judío, se arabizó e islamizó pero nunca dejó de tener entre su gente a creyentes cristianos que, liderados por el emperador Constantino El Grande, construyeron sobre la cueva en la que nació Jesús –y no un pesebre– una basílica que, tras una remodelación en el siglo VI d. C., perdura hasta nuestros días.

Una ciudad palestina

Belén en la actualidad tiene una población mayoritariamente árabe, entre musulmanes y cristianos, y sueña con ser parte en un futuro del Estado palestino.

Según los Acuerdos de Oslo de 1994, Belén está bajo la administración de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), pero lo cierto es que la ciudad vive hoy una ocupación militar israelí asfixiante, rodeada de unos enormes muros de seguridad que la han separado de su hermana de siempre, Jerusalén.

Argumentando razones de seguridad, la barrera bordea carreteras, atraviesa campos de cultivos, hasta colegios. Según estimaciones de organizaciones de derechos humanos, solamente en el área de Belén hay 32 barreras físicas erigidas por el ejército israelí –incluyendo puestos de control, bloques de carreteras, montes de tierra y puertas– lo que limita la libertad de movimiento de miles de palestinos.

Los otrora fértiles campos de Belén en donde se cultivaban infinidad de frutas y legumbres, incluidos los añejos olivares, parecen ser cosa del pasado o un asunto exclusivo de miles de judíos que se han asentado en colonias como Gilo, Har Homa, Betar Illir, entre otras.

Los colonos judíos, la mayoría fanáticos religiosos, creen que cumplen la voluntad de Dios al vivir en Belén, ubicada en lo que consideran parte histórica de la antigua Judea y Samaria y han levantado enormes bloques de asentamientos que son fuente de discusiones y resentimientos con sus vecinos palestinos.

Pero la desconfianza no solo se da entre palestinos e israelíes. También hay una especie de pugna entre cristianos y musulmanes, ambos culturalmente árabes en lengua y escritura.

Pese a que la ANP asegura que las relaciones entre ambas comunidades son “excelentes” lo verdadero es que en las últimas décadas cada vez más cristianos huyen de Belén.

Los musulmanes consideran a sus hermanos cristianos demasiado “cosmopolitas”, preocupados más en sus fortunas familiares que por luchar contra la ocupación israelí. Mientras, los cristianos rechazan el radicalismo islámico que se apodera de las nuevas generaciones palestinas.

Por algo el muro de seguridad tiene su razón de ser. Durante la intifada de Al Aksa en el 2001, Belén se convirtió en la base de operaciones desde donde partían decenas de extremistas musulmanes cargados de bombas que se reventaban en autobuses o restaurantes judíos en Jerusalén.

Hoy la barrera de seguridad ha frenado los atentados pero nadie garantiza que tras su desmantelamiento los terroristas vuelvan a brotar como el pus en una llaga infectada.

Una lástima para una pueblo como Belén que hace tiempo cambió los villancicos por el sonido de la guerra.


Escrito por

mundomula

Sergio Paz Murga, profesor y periodista. Tengo una curiosidad infinita por lo que pasa en el mundo.


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